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Las manifestaciones artísticas generadas en un ambiente de baja fidelidad o de baja resolución poseen una serie de especificidades que están relacionadas con la economía de medios. En eras pretéritas, tecnológicamente hablando, no existían alternativas en este sentido. Ahora, en cambio, existe la alta fidelidad o la resolución de imagen en HD (High Definition) junto a sistemas y formatos teóricamente obsoletos. La imagen ultradefinida o el sonido hiperlimpio originados por medios digitales de última generación parecen la culminación de un sistema evolutivo tecnológico, ya que serían los vencedores de una determinada selección natural, pero se ha producido una anomalía: el exceso de realismo ha provocado una cierta vuelta a lo imperfecto, a lo real propiamente dicho.

 

Lo-fi es un término derivado de low fidelity (baja fidelidad) y define un sonido, el de bandas como The White Stripes o The Strokes, que pretende una vuelta a las raíces de músicas populares como el blues buscando una autenticidad supuestamente ausente en la música actual. En este sentido, un matiz interesante es el aportado por The Black Keys (otra banda de retro-rock); ellos han denominado su método de trabajo como medium fidelity[1] (media fidelidad), que es algo así como una producción lo-fi con medios pensados para la hi-fi. Del mismo modo, en el ámbito de la imagen también existe una tendencia retro, los filtros vintage de instagram son un ejemplo lo suficientemente elocuente de la pervivencia de lo añejo en el ambiente digital.

 

El mundo tecnológico y futurista profetizado por Kraftwerk en los años 70 hoy se ha hecho real en algunos aspectos. Obviamente esto tiene una serie de consecuencias en todo lo relacionado con nuestra manera de trabajar con imágenes. Por un lado las cámaras de fotos digitales con una resolución y calidad cada vez mayores a precios asequibles, por otro la posibilidad de realizar fácilmente archivos fotográficos o de vídeo con teléfonos móviles y herramientas similares, unido al fenómeno photoshop, han cambiado la fisionomía de la fotografía por completo; actualmente, con estos instrumentos se pueden realizar imágenes tremendamente realistas, como nunca antes, pero también, por el contrario, podemos conseguir fotografías totalmente abstractas y fragmentadas.

 

Muchos son los artistas que se han posicionado ante estas circunstancias, por ejemplo el fotógrafo Joan Fontcuberta ha declarado en una entrevista: "En este sentido yo me hago una reflexión: la tecnología digital en lo que se refiere a la imagen nos ha llevado a un exceso de control y a un exceso de perfección, y para mí es una pérdida. Estoy en México preparando unas conferencias y la idea justamente es `por una fotografía sin calidad´, o sea, yo entiendo que la fotografía que hacen los fotógrafos es aburrida, la que hacen los artistas es patética, y la única esperanza es una fotografía sin calidad, una fotografía sin pretensiones, y que en esa espontaneidad, en esa autenticidad, podamos todavía encontrar unos valores que salven del anquilosamiento la estética y los conceptos de la fotografía”[2].

 

En la última década hemos conocido varios representantes de esta postura artística. Thomas Ruff, por ejemplo, en su serie “jpeg” utiliza fotografías de escasa resolución tomadas de Internet que posteriormente son impresas en formatos gigantes, lo que provoca que los pixeles sean totalmente perceptibles. De esta manera genera en la imagen en una especie de puntillismo fotográfico que crea en el espectador un sentimiento de total ambigüedad, ya que el resultado es como el de un principiante, incluso cutre, pero el tamaño monumental y el acabado profesional lo alejan de parecer un simple amateur. A través de este proceso se explicita doblemente el medio digital: por la visibilidad de los píxeles y por la apropiación de fotografías ajenas, una acción facilitada por los nuevos sistemas de distribución de imágenes.

 

Esta tendencia podría denominarse bad photography debido a su calidad estética, alejada de los parámetros tradicionales de belleza, pero que sirve de testigo visual perfecto para una época convulsa y llena de excesos. Una corriente que estaría emparentada con aquella bad painting de los años 80, la pintura de trazo libre y gesto expresivo de artistas como A. R. Penck o Jean-Michel Basquiat que surgió como reacción al arte conceptual y al hiperrealismo pictórico imperante en la década anterior.

Sin embargo, no es necesario remitir a artistas de primera línea para ver cómo está cambiando el mundo de la fotografía. En los últimos años se han popularizado las exposiciones, los certámenes y las comunidades (especialmente virtuales) que aglutinan aficionados y profesionales que utilizan la cámara de su teléfono móvil para realizar fotografías con fines más o menos artísticos, aunque generalmente anteponiendo lo narrativo y lo comunicativo a lo bello. Si lo pensamos un poco, todo esto tiene que ver con las vanguardias históricas de principios del siglo XX: en ellas se puso de manifiesto que cualquier persona puede ser artista y cualquier medio o material es susceptible de ser utilizado creativamente.

 

La artista Clara Isabel Arribas Cerezo se encuentra inmersa desde hace unos años en “Reflexiones, refracciones y otras distorsiones”, la cual tiene que ver con todo lo relatado hasta ahora. Es esta una serie en la que mediante vídeos y fotografías explora la estética del error, las similitudes entre pintura e imagen digital y nos invita a ver el entorno con otros ojos. La obra de Clara Isabel Arribas Cerezo forma parte de una nueva corriente fotográfica surgida al amparo de los últimos avances tecnológicos, principalmente la proliferación de aparatos digitales y la democratización del uso de ordenadores personales con conexión a Internet.

 

Dentro de este proyecto podemos distinguir dos tipos de trabajos: los errores digitales y los reflectogramas. El primer grupo se podría englobar dentro de la corriente del glitch art, ya que la creadora se vale de errores producidos azarosamente al grabar videos de la televisión o archivos en el ordenador. El resultado de ello son imágenes híbridas, compuestas, mezcla de varias en una sola, cuando no directamente abstractas, como las secuencias de los vídeos pertenecientes a “El archivo tiene un formato desconocido o está dañado”. El papel central del azar en el glitch art y el resultado deconstruido relaciona esta tendencia con las primeras vanguardias, aunque al desarrollarse en el seno de la era digital deberíamos hablar de vanguardia digital. No obstante, esta estética del error se puede simular, es decir, crear artificialmente. Esta sería la diferencia fundamental entre glitch puro y glitch provocado[3]. Como en el caso de Ruff, Arribas Cerezo evidencia el impacto de los nuevos sistemas de producción y distribución de imágenes en la cultura fotográfica, ya que en este caso sus obras no parten de la observación directa de la realidad, sino de imágenes tomadas del televisor o de la pantalla del ordenador.

 

Reflexiones, refracciones y otras distorsiones.

CLARA ISABEL ARRIBAS CEREZO

 

COMISARIADO DE JUAN GIL SEGOVIA

Los “reflectogramas”[4], en cambio, se basan en la utilización del amplio catálogo de efectos generados por cristales, espejos, metales y toda clase de objetos reflectantes y/o traslúcidos como recurso estético. En estas imágenes lo que realmente se representa es algún tipo de objeto que desfigura la visión natural del observador. Esta práctica tiene sus raíces en el famoso retrato del matrimonio Arnolfini (1434) del pintor flamenco Jan Van Eyck, más concretamente en el espejo convexo que se observa en el centro de la pintura. Según parece esta es una de las primeras veces (si no la primera) que se utiliza este recurso pictórico, posteriormente muy imitado, y que eclosionaría (de aquella manera) con la popularización de los autorretratos ante el espejo realizados con un teléfono móvil.

 

Asimismo, el efecto del cuadro de Van Eyck también anticipa en cierta medida “Las meninas” de Velázquez (1656) como obra que juega con lo que se encuentra dentro y fuera del cuadro. Este es un recurso presente también en el trabajo de Arribas Cerezo, puesto que la propia artista aparece en algunas de sus fotografías, aunque en la mayoría de las ocasiones es un detalle visual que queda diluido en la totalidad de la imagen. Algunos artistas actuales, como Anish Kapoor, también recrean este tipo de reverberaciones visuales. El creador de origen indio trabaja con estructuras de aluminio de sinuosas formas redondeadas, que al mismo tiempo reflejan y distorsionan todo lo que se encuentra a su alcance. En el caso de nuestra autora su punto de vista no sería la del creador de esas formas, sino la del espectador.

 

Estos procesos permiten a la Arribas Cerezo romper con la fotografía puramente realista y convertirla en una imagen a medio camino entre lo pictórico y lo fotográfico, entre lo figurativo y lo abstracto. Otro aspecto a tener en cuenta es la presentación puramente física de estas imágenes; la artista, en varias ocasiones, ha utilizado lona industrial para imprimir sus fotografías, un material utilizado normalmente en publicidad, usado concretamente para tapar fachadas enteras con mensajes comerciales o trampantojos. Esto enfatiza aún más el efecto pictórico, ya que la lona impresa no deja de ser una imagen sobre una tela (en este caso sintética), dicha tela es montada sobre un bastidor de madera (como si de una pintura se tratara) o expuesta a modo de estor.

 

La obra de Arribas Cerezo nos puede recordar en ocasiones a la de algunos de los casos expuestos anteriormente, aunque difiere de todos ellos en el proceso de creación de las mismas. El principal recurso utilizado por la artista es la superposición de imágenes, ésta puede realizarse digitalmente en un ordenador o en un televisor, si bien no se produce como seguramente mucha gente piensa (añadiendo capas y capas en el photoshop) sino que la artista fotografía la pantalla o hace impresiones de la misma mientras trabaja con determinados medios y programas para después pasar la imagen resultante al ordenador y editarla mínimamente (ligeros retoques de luz, cambio de tamaño, etc.).

 

Como si observásemos cualquier cosa de nuestro entorno, ampliada hasta quedar irreconocible a través de un microscopio, estas obras de la serie “Reflexiones, refracciones y otras distorsiones” surgen de situaciones y lugares familiares para todos nosotros. El proceso de descontextualización que realiza la artista puede dejarnos desorientados, ya que lo que muestra, el resultado de todo esto, nos resulta ligeramente familiar al mismo tiempo que sentimos que nos encontramos ante algo nuevo. Esto debería hacernos pensar y aprender a mirar, a buscar lo abstracto dentro de lo real y lo no real en las fotografías “de verdad”.

 

Juan Gil Segovia.

Mayo 2015

 

 

 

[1] http://filtermagazine.com/index.php/exclusives/entry/filter_46_the_black_keys_work_a_brief_history_of_making_do/

 

[2] https://www.vice.com/es/read/joan-fontcuberta-450-v4n6/page/0

 

[3] http://www.ubicuostudio.com/es/filosofia-del-software-es/la-estetica-del-glitch/

 

[4] Joan Fontcuberta: “La danza de los espejos. Identidad y flujos fotográficos en Internet” en A través del espejo (VVAA), Oficina de Arte y Ediciones, Madrid, 2010.

Biografía:

 

Clara Isabel Arribas Cerezo nace en Madrid y, desde muy pequeña, comienza a familiarizarse con el ambiente artístico gracias a su padre, el pintor José Antonio Arribas. Obtiene la Licenciatura en Bellas Artes y realiza el Máster en Estudios Avanzados en Historia del Arte, ambos, en la Universidad de Salamanca.

Entre tanto ha compaginado su labor de comisaria con su carrera artística, siendo seleccionada en diferentes certámenes como el de Minicuadros de Elda, Alicante, o el de Dibujo Gregorio Prieto de Valdepeñas, Ciudad Real; y, recientemente, en el XLV Concurso Internacional de Pintura Homenaje a Zabaleta, Quesada, Jaén, en la 76  Exposición Internacional de Artes Plásticas de Valdepeñas, Ciudad Real, y XVIII Premio de Artes Plásticas Sala El Brocense, Cáceres.

Ha estado presente en numerosas ferias, Artesantander y We Are Fair!, y exposiciones colectivas, “Panorama pictórico siglo XX – XXI”, Arévalo, Ávila, junto a Eduardo Naranjo, Luis Caruncho o José S. Carralero; en Tabacalera, Madrid; en el Centro Cultural Casa de Vacas, Madrid; en la Sala Coronel Lévêque, Autun (Francia); y, más recientemente, en La Universidad Tecnológica de Pereira (Colombia) y en el “15 Salón Regional de Artistas, Zona Oriente de Colombia y Estado de Táchira en Venezuela” en la Muestra de Video Arte NIO3. Así mismo, ha participado en “Open Studio” invitada por Jesús Alonso y Concha Pérez, en Madrid, y en la jornada de puertas abiertas de la Galería Adora Calvo, Salamanca.

 

De forma individual su trabajo ha sido visto en la galería Art Room, Madrid, y Caja España, Zamora, entre otras capitales y más recientemente en CEART, Fuenlabrada, y en la Sala Unamuno, Salamanca.

En su labor como comisaria destaca su gestión al frente de la Feria Internacional de Arte Contemporáneo de Arévalo; del Festival “Vídeo en el Cuarto” en la galería Art Room, Madrid; del Encuentro Trasfronterizo de Poesía, Patrimonio y Arte de Vanguardia en Morille, Salamanca; y su homónimo en Carviçais (Portugal). Además ha sido invitada a participar con la curaduría “Sonido ambiente” en la Muestra Internacional de Vídeo Arte NIO2, presentada en Colombia y Ecuador.

Actualmente, tras su participación como coordinadora, junto a Juan Gil Segovia, de las "Jornadas de Profesionalización en Arte Emergente" para el Servicio de Actividades Culturales de la Universidad de Salamanca, su obra se encuentra en la itinerante, por España, Portugal, Holanda y Chile, “Encuentros V”.

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