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Escritores

Miguel González Diez

Artista y codirector de la revista de SIE7E Critica + Humor + Arte


CRISIS_MUSEO CONTEMPORÁNEO

 

Un museo es una institución pública o privada, con o sin fines lucrativos, al servicio de la sociedad y abierto al público, que adquiere, conserva, investiga, comunica y expone, con propósitos de estudio, educación y deleite, dentro de un marco cultural.

Consejo Internacional de Museo (ICOM)

 

¡MUSEOS VACÍOS, MUSEOS ENFERMOS!

 

La burocracia, la falta de presupuesto, la corrupción, la indiferencia de las autoridades y los sistemas obsoletos de la administración, han causado la decadencia de los museos; la disminución de visitantes por un desinterés cultural incentivado por una base de educación pobre, ha abocado en cierta medida a que los museos se hayan convertido en maravillosos espacios arquitectónicos vacíos.

 

¡Pobre museos! En palabras de Dillon Ripley, “los museos llenos gozan de buena salud”. Pero este fenómeno es cada vez más raro de encontrarse. Tan sólo inmensos espacios donde la arquitectura mantiene una inútil conversación con el eco que produce el vacío más absoluto.

 

Parece inevitable que aflore en este debate sordo sobre las concepciones políticas de los museos, el eco de un clásico conflicto de las esferas de lo público y de lo privado. ¿Quién establece esos límites tan peligrosos que mueven intereses tasados en tan altas cifras? ¿Dónde queda el apego por lo publico? Museos que en cada legislatura política cambian de director, permiten atisbar el importante instrumento de propaganda política que pueden ser estos.

 

Los museos en la actualidad -a nivel político- son uno de los principales referentes culturales. Se han convertido en un fiel símbolo del poder -económico y político-. ¿Qué ciudad que se preste a ser reseñada en el mapa no tiene un museo de arte contemporáneo? -Y un aeropuerto-. Se trata en definitiva de una manera de medir fuerzas, ¡a ver quien la tiene más grande!

 

 

EL NO-MUSEO

 

En la actualidad se está pasando por una típica decadencia; y su más característica expresión en el plano cultural es el museo.

 

Paralelamente a esta crisis de la sociedad de consumo, aparece una extraña e inquieta proliferación de restauraciones, ampliaciones y construcciones de nuevos museos -estandartes políticos por antonomasia-, en donde conscientemente se abandona el programa como fin, para transformar el propio museo en el objeto artístico que se expone -y todo lo que ello supone-. Se prefiere el continente en deferencia del contenido. Se ha convertido por tanto, el museo, en un mero contenedor de obras de arte mediado por la política.

 

Como dice José Luis Brea, “la definición de un ámbito de comunicación autentica, directa y no mediada, para la totalidad de los seres humanos, para el universal hombre, habría sido entonces el objetivo último del museo”. Debemos pues, hablar del fracaso del museo: de la reducción de la obra de arte a su forma de mercancía. Fracasa en un segundo plano como dispositivo garante de un acceso público y no restringido al patrimonio del valor estético, en favor de convertirse en un mero aparato de la industria cultural, supeditado al mercado.

 

 

MUSEOS DIGITALES

 

Hace ya algún tiempo que los museos se han dado cuenta de que su público ha ido cambiando -lo suyo les ha costado-. No es sólo una cuestión de edad, de cultura o de globalización. La culpa -o el mérito- es de las nuevas tecnologías, con Internet a la cabeza. Millones de personas han ido incorporando estos nuevos medios a sus hábitos cotidianos -tales como redes sociales-. Para captar dicho público y fomentar su participación, los museos deben usar su mismo lenguaje, y tal vez de esta forma, volvamos a ver puestos en auge esos museos sanos.




Miguel González Diez

Artículo
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