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Escritores

Fernando González Rendo

 

Licenciado en Historia del Arte y Filosofía.

 

 

 

Si se precisa señalar una nota común a la obra que Eduardo Kac (Río de Janeiro, 1962) viene realizando desde inicios del siglo XXI esa es la de su inadecuación al espacio museístico contemporáneo. Este carácter impresentable aparece cuando se concede primacía al concepto de vida sobre el de obra artística; ello se hace explícito en el bioarte y, de un modo más radical, en el arte transgénico con autores como Kac a la cabeza.

 

Dicho viraje se inserta en la ruptura, a mi juicio a partir del arte pop, de ese desarrollo histórico que ha fijado que la obra de arte debía ser comprendida en términos de creación (humana) y no de fabricación (maquinal-seriada); pero, además, esto se incrementa gracias a la transmutación -posibilitada por los asombrosos avances en ingeniería genética- del propio concepto griego de bio (vida), que ha pasado de ser una cuestión divina a una maligna en el mismo instante en el que ha sido entendido en su sentido más literal -y, paradójicamente, divino- del término, a saber: como creación efectiva de vida. Lejos quedan ya los calificativos de divino limitados al sentido estético en artistas como Miguel Ángel o Luis de Morales; con Eduardo Kac el artista coquetea con ese concepto tan divino como maligno de Creación.

 

A nivel metodológico, todo ello precisa de la necesidad de anteponer el enfoque moral sobre cualquier incursión de índole estética. Esta consecuencia fundamental queda reforzada por otras, a priori secundarias, tales como que dichas creaciones anteponen la vida efectiva en detrimento de la comunicación viva; lo que, por consiguiente, las ha situado en el centro de numerosas polémicas; y de ahí que, finalmente, estos creadores se hayan convertidos en abogados del diablo, esto es, de sí mismos, que con sus profundos conocimientos en ciencia y tecnología crean vida y la disfrazan de obra de arte.

 

El objetivo último de estas propuestas problemáticas consiste en lograr, mediante una expansión del concepto de arte, la disolución de los espacios fronterizos entre especies, fomentando así la interacción entre seres vivos en un marco que Kac denomina de nueva ecología de lo híbrido, fruto de la conexión entre la biotecnología, el arte y la teoría de la comunicación.

 

Dadas las numerosas creaciones de este artista de éxito internacional, centraré mi atención únicamente en aquella que parece homenajear al primer verso del lorquiano “Romance Sonámbulo”:

 

<<Verde que te quiero verde>>.

 

Eso debió de pensar Eduardo Kac cuando en el año 2000 creó mediante ingeniería genética a Alba, una conejita albina fluorescente. El proceso creativo consistió en la introducción en sus genes de una secuencia genética de un tipo de medusa (Aequorea Victoria), consistente en un productor de una proteína verde fluorescente utilizada con frecuencia en experimentos de biología molecular. De este modo, Alba mantiene un aspecto perfectamente normal, salvo cuando queda expuesta a una luz especial, momento en el que adquiere una peculiar coloración verde.

 

El nacimiento de Alba no suponía el final del proyecto. Para Kac, la obra no consistía en la creación de un ser transgénico sino en la convivencia con lo creado, lo que desembocó en una fuerte polémica que impidió al artista convivir con su mascota y, de este modo, contribuir a normalizar la interacción con estos animales genéticamente modificados en lo cotidiano.

 

Así, con el arte transgénico se percibe un giro que va de la representación a la presentación en tanto que se apuesta por unas creaciones que, lejos de permanecer estáticas, hibridan lo físico y lo virtual, lo biológico y lo tecnológico. En suma, el afán por crear experiencias vitales se antepone al propio esteticismo. Y es aquí donde sale a la palestra la necesidad de introducir una reflexión ética pues, recordemos, en este tipo de creaciones es un ser vivo real el que conforma la obra de arte. El propio Kac nos advierte de que estas creaciones requieren de un compromiso firme y de una actitud responsable, lo que se traduce en el alejamiento de los criterios económicos imperantes dadas las profundas repercusiones sociales que pueden derivarse de la transgénesis.

 

El hibridismo pretendido por su noción artística no debe resultarnos tan sorprendente. Por muy innovador que pueda parecer el arte transgénico, no hay que olvidar que ciertos seres que consideramos naturales han sido en realidad creación del hombre, incluso el propio concepto de perro doméstico. Incluso contamos ya con diversos ejemplos de animales transgénicos: desde cerdos que producen proteínas humanas, plantas que producen plástico e incluso cabras con genes de araña diseñadas para producir un tejido fuerte y biodegradable.

 

 

La reflexión moral nos debe ubicar en ese terreno fronterizo entre las creencias a favor y en contra. Numerosos son los posibles argumentos que llevarían al rechazo de estas prácticas, tales como

  1. Argumento de la dignidad animal, según el cual se defiende la pérdida de la dignidad de las especies involucradas en los procesos de experimentación genética. En este sentido, el punto de partida se sitúa en la extensión del significado del principio kantiano. De este modo, todo ser vivo es un fin en sí mismo -lo que conlleva que no puede ser utilizado como medio para otros fines-. Dos son las vías para entender este argumento, cada una situada a las antípodas de la otra: o se considera al ser transgénico como un ser en sí y, con ello, se le concede el derecho a la vida; o se atenta frontalmente contra el principio kantiano. Hay que tener en cuenta que la dignidad animal radica en el derecho a la individualidad y a la identidad única. Una de las principales preocupaciones de Eduardo Kac entiende en términos de sujeto y no de objeto a sus creaciones, con lo que les dota de dignidad.

  2. Argumento de lo siniestro o de la repugnancia moral, que defiende la posibilidad de que las criaturas creadas mediante la transgénesis despierten en el conjunto de la sociedad reacciones viscerales que puedan conllevar malas prácticas. Este argumento, a mi juicio, no es contundente ya que ello depende en gran medida de las costumbres, las cuales cambian constantemente (y más en lo contemporáneo). Otro posible argumento extraído del anterior radica en la posibilidad de que se reduzca el valor de las especies y, por consiguiente, el respeto por la vida animal.

  3. Argumento del carácter antinatural de la creación transgénica, que viene a defender que la creación de seres transgénicos atenta contra la óptica clásica y darwiniana del surgimiento de especies. Contra esto, en primer lugar, ya hemos visto que lo artificial y lo natural no son conceptos muy de fiar. En segundo lugar, decir que nosotros mismos somos transgénicos: las investigaciones del genoma humano han revelado que tenemos genes que vienen de bacterias y de virus. ¿Cómo llamamos a esos seres que tienen genes de seres que no son de su propia especie?

  4. Argumento del pánico creativo, que se hace eco del profundo miedo que siente el hombre ante la capacidad ilimitada de creación. Esto es algo que se encuentra insertado en la naturaleza humana desde sus inicios.

  5. Argumento teleológico, que presenta la doble posibilidad de la transgénesis, a saber, que pueda (o no) contribuir a la mejora del mundo. En este sentido es un proceso que a corto plazo puede aportar beneficios tanto en medicina como en biotecnología.

  6. Argumento del temor a la perpetuación de una nueva biodiversidad, cuya consecuencia más peligrosa sería la de que dichas creaciones adquiriesen tal poder y presencia que eliminasen por completo el tipo de desarrollo creativo natural. A mi juicio se trata de un argumento absurdo pero muy presente en el imaginario colectivo.

  7. Argumento de los malos usos, relacionado con las finalidades inmorales o explotadoras que con dichas creaciones pueden llevar a cabo personas y/o colectivos. Eduardo Kac se muestra muy tajante contra este argumento al afirmar que todo interés ajeno a la pretensión de fomentar la biodiversidad -sobre todo el económico- debe de estar apartado de dichas creaciones.

 

Estos son algunos de los más importantes argumentos en contra. Todos ellos entran en crisis cuando se señala el principal argumento a favor de dicho trabajo de transgénesis:

  1. Argumento a favor de la vida. Si algo queda claro es que la acción transgénica nunca obra en contra de la vida, más bien al contrario ya que posibilita un aumento de la biodiversidad. Si bien este argumento, al igual que los anteriores, no puede resultar definitivo, pero si debe de ser un acicate contra los argumentos en contra surgidos de la irreflexión.

 

En definitiva, las acciones transgénicas no han gozado hasta finales del siglo XX de mucha preocupación por verse como algo propio de la ciencia-ficción. Personalidades como Eduardo Kac han posibilitado que la ficción muestre su reverso de realidad. Los argumentos esgrimidos tanto a favor como en contra revelan, a mi juicio, la imposibilidad de establecer, a día de hoy, un argumento ético sólido que se decante por una de las dos posturas. Para que éste aparezca en un futuro se requiere experimentación y teorización, siempre dejando a un lado el tradicionalismo y sus dogmas. Sólo así podremos responder a la siguiente pregunta: ¿Aceptamos a Alba como animal de compañía? La respuesta no es para el Scattergories; es bastante más seria. Juzguen ustedes. 

 

Fernando González Rendo

Artículo

 

¿Aceptamos a Alba como animal de compañia?

 

“Una nueva comprensión de la perspectiva inspiró a los artistas del Renacimiento. La ciencia de la óptica, novedosa en su momento, fue una influencia central en la obra de los impresionistas. Hoy, las herramientas y técnicas de la biología molecular van a permitir a una nueva generación de artistas transformar, otra vez, el mundo del arte”.

 

Eduardo Kac.

 

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